Las pizarras digitales o interactivas son un elemento de nueva tecnología que se ha puesto de moda hace un par de años.
La idea es muy buena: tú tienes una superficie como una pizarra, pero que además es un ordenador, y tiene todas las ventajas que te proporciona un ordenador, como ver imágenes, vídeos, audios, procesador de texto y, por supuesto, Internet, entre otras muchas opciones. Y además te permite interaccionar con él de forma táctil y sencilla.
Además, al ser algo novedoso y hasta hace unos años poco usual, llama mucho la atención de los alumnos en un principio. Poco a poco, si este recurso se va generalizando y estandarizando, las nuevas generaciones lo verán como algo normal en sus aulas.
Sin embargo, estas pizarras tienen también sus inconvenientes. El primero es que aún les queda mucho por mejorar, técnicamente hablando. Son muy delicadas y a la mínima se estropean o dan errores, cosa que con una pizarra normal no sucede.
Y el segundo es que muchos docentes aún no saben muy bien cómo sacarles el máximo rendimiento.
He tenido la oportunidad de trabajar con ellas en varios sitios. Por ejemplo, en mi instituto, durante mis años de Bachillerato, contamos con varias en el centro. La realidad es que se compraron porque es un recurso novedoso, llamativo, aparentemente muy útil y eficaz y estaban "de moda", pero luego, a la hora de la verdad, los profesores no sabían exáctamente cómo utilizarlas, y no porque su manejo fuera complicado, sino porque no tenían muy claro cómo encajarlas en sus métodos docentes. Total que al final, las pizarras estaban ahí, pero bajo mi punto de vista bastante desaprovechadas, pues se usaban para poner vídeos en alguna ocasión puntual, y algún profesor más moderno con ganas de darles uso intentaba introducirlas en sus clases, pero poco más.
Por todo ello, pienso que para que este nuevo recurso sea tan efectivo como prometedor es ya, habría que mejorar estos dos aspectos. El primero es sencillo, la tecnología va evolucionando poco a poco y, a fuerza de ensayo y error, se irá haciendo más efectiva y con menos errores. Sin embargo el segundo requiere más tiempo y esfuerzo. Necesita una inversión en formación docente con estos métodos, para que los profesores poco a poco sepan cómo incorporarlas en sus aulas y sacarles el máximo partido. Y para ello la formación inicial y la actitud dispuesta al cambio y la mejora adaptándonos a las nuevas tecnologías es fundamental.